Mi Maratón de Mánchester 2022

Nuestra Administradora de Sistemas de Sportsshoes, Penny Drake, comparte su experiencia más reciente tras competir en la maratón de Mánchester.

Permítanme ser totalmente honesta con ustedes: Manchester 2022 no fue la mejor maratón que he corrido.
Pero antes de contáros mi experiencia, tengo que hablaros un poco sobre mí.

Aquí tenéis mis mejores marcas: He corrido 6 maratones. Mi mejor tiempo ha sido 3:34, pero sé que puedo superar los 3:30. Llevo 6 años persiguiendo ese objetivo.

Originalmente soy de Chicago, Illinois. Me mudé al Reino Unido a principios de la primavera de 2020, justo cuando Covid empezaba a trastocar seriamente nuestras vidas. Imagino que ya habría sido difícil aclimatarse en el mejor de los casos. Pero sin más contacto humano que mi esposa y mis compañeros de trabajo, me sentía como una extraña. Eso, a su vez, me llevó a una especie de nostalgia constante echando de menos casa. La única línea de unión entre mi vida en Estados Unidos y mi vida en Yorkshire era correr.

Echaba de menos la orilla del lago de Chicago, pero pronto me enamoré de correr por el canal de Leeds-Liverpool. El año anterior a mi traslado aquí, había clasificado para Boston 2020, pero debido al momento en que me mudé al Reino Unido, no me habría sido posible correrla. Así que podéis imaginar lo emocionada que estaba cuando anunciaron que se celebraría una maratón virtual abierta a todos los clasificados. Y podría correrla a lo largo del canal, lo cual era perfecto. Me entrené mucho durante el verano de 2020 y, cuando llegó el día, hice un tiempo decente. Estaba eufórica.

Pero a medida que las restricciones de confinamiento disminuían, ocurrió algo extraño: en el transcurso del año siguiente, ese manantial de energía se secó. No ocurrió de golpe... pero a finales del verano de 2021, toda mi motivación parecía haberme abandonado. A partir de ese momento, la temporada de entrenamiento fue muy complicada. Por primera vez desde que empecé a correr con regularidad, me costaba motivarme para salir a correr. Lenta pero inexorablemente, mi ritmo empezó a decaer. No podía correr las distancias que necesitaba. Mi kilometraje semanal se redujo a casi nada. Algo iba mal, pero no sabía qué.

Ese periodo oscuro duró todo el invierno. Soy una chica del medio oeste, estoy acostumbrada a inviernos brutalmente fríos. Estoy acostumbrada a prosperar en los meses más fríos del año. Es cuando suelo hacer mi mejor marca. Sin embargo, correr seguía sin darme ninguna alegría. Necesitaba algo por lo que esforzarme. Empecé a buscar alguna maratón cerca de donde vivo, y descubrí que la de Mánchester se celebraba el día de mi cumpleaños. Sentí que era el destino. Me apunté.

Con sólo unos meses de entrenamiento, sabía que no iba a rendir al máximo. Así que me fijé un objetivo sencillo para esta ocasión: Terminar. Menos de 3:45 estaría bien, pero me conformaría con lo que pudiera conseguir. Tuve que abandonar la idea de una marca personal. No era posible. Tenía que aprender a sentirme bien con ello. No fue fácil. Me repetía una y otra vez "correr sin orgullo" mientras corría. Aprendí una lección de humildad.

Entonces llegó el día de la carrera, y la energía nerviosa que sentía pronto se transformó en entusiasmo. Sabía que todo iría bien. ¿Era la confianza de saber que puedes rendir por debajo de tus posibilidades? No lo sé, pero era justo la confianza que necesitaba.

Por supuesto, salí demasiado rápido. Siempre lo hago. Pero cada vez que miraba mi reloj y veía que mi ritmo aumentaba, me obligaba a aflojar. Me recordé a mí misma que, al no haber una mejor marca personal que perseguir, no había razón para no conservar mi energía. Podía ir a ritmo de paseo. Podía disfrutar del acto de correr, sin distraerme con el tipo de urgencia que suele impulsarme cuando corro una maratón. Podía disfrutar del ambiente. ¡Y qué ambiente! La energía era increíble, embriagadora. En los dos años transcurridos desde mi última maratón, había olvidado cómo la energía de la gente puede ayudarte a avanzar. Oír a desconocidos que te animan por tu nombre es algo muy poderoso.

Me sorprendió lo rápido que parecían pasar los kilómetros. Me sentía fuerte. Alrededor de los 32 kilómetros, una mujer joven gritó: "¡Ya lo tienes, Penny!". Con una enorme y tonta sonrisa en la cara, le contesté: "¡Diles que aún estaba sonriendo en el kilómetro 32!". No sé a quién me refería exactamente. Al mundo entero, tal vez. Me hizo sentir realmente bien.

Mentiría si afirmara que los últimos 10 km fueron fáciles. Todo lo contrario. Mi ritmo bajó bastante, y tuve que esforzarme mucho para mantenerlo estable... pero me quedé satisfecha con ello. Lo había previsto. Sin embargo, al entrar en la recta final, me di cuenta que, aunque no estaba haciendo una marca personal, estaba muy por encima de mis expectativas iniciales. No iba a ser una marca personal, ni mucho menos. Pero tampoco estuvo nada mal.

Al final, corrí en 3:39. No está nada mal para una vuelta fácil. Seguiré persiguiendo ese 3:30, pero por ahora estoy muy contenta de haber decidido dejarlo pasar.

Así que, no, la maratón de Mánchester no fue la mejor maratón que he corrido. Pero os contaré un pequeño secreto: fue la mejor experiencia que he tenido corriendo una maratón.

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